Bailan, Sancho

Domingo 18 de agosto de 2019
Federico García

Por Federico GarcíaLicenciado en Letras

El escenario se ilumina y deja ver a un Don Quijote sumergido en la lectura de uno de sus libros de caballerías. Acto seguido, aparece su fiel escudero Sancho que, munido de los pertrechos de su armadura, lo viste de pies a cabeza para armarlo caballero y lo corona, como no puede ser de otra forma, con el famoso yelmo de Mambrino. Ahora sí, la magia está asegurada.
Ambos salen de escena en busca de nuevas aventuras, al tiempo que la música comienza para dar lugar a la historia de amor imposible entre Kitri, la bella hija de un panadero, y Basilio, el humilde barbero. En ese momento, una cuadrilla de bailarines del ballet del Centro del Conocimiento irrumpe para dar vida a la obra Don Quijote.
La pieza interpretada el viernes último por la noche se basa libremente en la novela Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, y en particular en el episodio de las bodas de Camacho, el cual es narrado en la segunda parte, de 1615, y en el que se relata el romance entre el barbero Basilio y la joven Quiteria (Kitri en el ballet). La coreografía y libreto corresponden a Marius Petipa y la música es de Ludwig Minkus, y fue estrenada originalmente en 1869.
En la versión misionera, la escenografía es la plaza del pueblo, sobre la que un grupo de bailarines contextualiza el tire y afloje entre el padre de Kitri, quien quiere casarla con el acaudalado Camacho, y el barbero Basilio, que se resiste a abandonar a su amada.
El Caballero de la Triste Figura no puede permitir esto y se propone arreglar el entuerto, aunque su locura lo lleva a confundir a Kitri con su añorada Dulcinea del Toboso y le confiesa su amor erróneamente. Luego ella y Basilio huyen y son seguidos por el caballero y su escudero, todo esto al son de una coreografía armónica y graciosa en la que es de destacar la labor de los más de 20 bailarines que hay simultáneamente en todas las escenas, aunque la obra se compone de unos 30 en total.
Así, la historia va transcurriendo a lo largo del día. En la noche, Quijote y Sancho se encuentran en un campamento de gitanos, en una de sus paradas fortuitas en busca de aventuras y problemas que solucionar. Allí se sientan a beber y comer mientras disfrutan de las danzas tradicionales de sus anfitriones. De un momento a otro, el caballero queda magullado tras batirse a duelo con lo que cree son gigantescos enemigos, en el clásico episodio de los molinos de viento. Una licencia argumental sin dudas, ya que ese capítulo se desarrolla en verdad en la primera parte de la obra literaria.
Don Quijote entonces se queda dormido y es ahí cuando en su sueño aparecen Cupido y las dríadas, quienes se despliegan delicadamente sobre las tablas.
Con este tono transcurre la historia, aunque entre pretendientes, caballeros, ninfas, cupidos, toreros y otros personajes a veces parece no lograrse que el argumento se entienda de manera compacta y el mensaje sea recibido de una manera clara; quizás a eso se sume la falta de mayor gestualidad e interacción entre los distintos actores. Más allá de eso, la calidad y belleza de los trajes y las logradas y bien ejecutadas coreografías hacen de la producción local una pintoresca propuesta.
La pieza sigue la estructura original, con un prólogo y cuatro actos. Es así que, en el último, tiene lugar una gran fiesta nupcial, obviamente plagada de danza, en la que finalmente nos enteramos si el amor de Kitri y Basilio se concreta y Don Quijote, feliz de haber enmendado otro entuerto más, se retira junto a Sancho en búsqueda de nuevas injusticias que salvar.
Para ello, la oportunidad del espectador de descubrir ese desenlace se presenta nuevamente hoy desde las 18 en el Teatro Lírico del Centro del Conocimiento, con entrada libre y gratuita.