Finalizó la transformación de la Virgen Stella Maris entronizada en lo alto de la capilla frente al Paraná. Los trabajos de restauración de la polémica imagen fueron supervisados por el escultor Hugo Viera en colaboración con la profesora Graciela Karabin y su equipo. La nueva figura de la Patrona del Río y guardiana de la costanera será bendecida el domingo después de la misa de las 18.30 por el sacerdote Alonso Freiberger, párroco de la Sagrada Familia.
La Virgen quedó en medio de un inusual conflicto cuando hace unos años perdió el color moreno original por impulso de un sector de la comunidad religiosa. Esta vez, la necesidad de reparar y pintar la obra produjo el acercamiento entre el autor Viera y la Iglesia, y se logró un principio de solución en la controversia que se había judicializado.
Consultado ayer por El Territorio, Viera destacó que “siempre estuve abierto al diálogo, quedé dolido cuando no me consultaron pero cuando se me propuso colaborar en este proyecto llegamos a un acuerdo en la forma de encarar los trabajos y lo que saco de positivo es que queda el precedente de que hay que respetar las obras de los artistas”.
Polémica y debate
Por encargo de la comisión directiva de la capilla Stella Maris, Viera esculpió la primera estatua de una virgen con rasgos regionales, madre de los desplazados habitantes de los barrios ribereños de Villa Blosset, Villa Molas y El Chaquito.
El proyecto fue aprobado y en marzo de 2007 la figura de cemento de 400 kilogramos fue colocada sobre su pedestal. En ese momento Viera explicaba sobre la concepción de la Virgen morena y algo robusta.: “Una cosa sucede cuando el artista plasma una idea que madura sólo en su cabeza y que sólo le pertenece a él, pero en este caso, habiendo tantas imágenes y tan conocidas de la Stella Maris, había que ser muy cuidadoso y acercarse lo más posible a la representación que todos tienen de ella”, lo que no impidió que jugara “con lo regional, con la imaginería local, para encontrar una Virgen más misionera, más protectora del Paraná, y con menos facciones europeas”.
En menos de dos años la escultura cambió los rasgos indígenas que le había impreso su autor por facciones finas y blancas, emparentadas con la raza europea. El repentino cambio generó la reacción de muchos fieles y del propio escultor, que se mostró indignado con la modificación en su obra. Por las modificaciones hubo acusaciones cruzadas de discriminación y la polémica ganó los medios nacionales.