Don Bernardo Román Cabrera (77) no fue a la escuela y por necesidad
aprendió a leer y escribir. Pero sus conocimientos sorprenden a
cualquier persona que por unos instantes mantenga una charla con este
ejemplar hombre. Pese a su edad, continúa embelleciendo a los
sampedrinos en su peluquería, que funciona hace más de 50 años.
Cabrera es una de las personas que eligió la Capital de la Araucaria
cuando recién estaba en su etapa fundacional. Es un personaje conocido y
admirado por mucha gente debido a su capacidad, inteligencia y
perseverancia, incluso muchos lo consideran una enciclopedia abierta
pese a que no pudo tener instrucción formal. Bernardo nació en Ybycuí,
una localidad de Paraguay, y se estableció en San Pedro cuando el pueblo
apenas tenía algunas calles, allá por 1964, y decidió abrir una
peluquería.
Este emprendimiento lo supo sostener por más de 50 años, en la misma
dirección y con el mismo nombre: Peluquería Real. Su permanencia en el
tiempo puede deberse a la calidez, amabilidad, simpatía y
profesionalismo para tratar a su clientela, que durante todos estos años
fueron la publicidad para que su trabajo sea exitoso. El corte de
cabello es lo que le permitió tener ingresos económicos para sacar
adelante a su familia conformada por tres hijos.
Bernardo tenía 11 años cuando dejó su pueblo natal para llegar hasta
Clorinda, Formosa, donde desde muy temprana edad comenzó a trabajar en
tareas del agro, realizando limpieza del suelo y cosecha de algodón. Con
el pasar de los años conoció Misiones, realizó su radicación definitiva
y como esta zona se caracterizaba por contar con buenas fuentes de
trabajo, se estableció en San Pedro.
“Desde mis primeros pasos en este suelo argentino, cuando realicé la
libreta única, descubrí la grandeza de bien de la sociedad argentina que
me recibió con 11 años. Por ahí en ese tiempo no presté atención de lo
que significaba, hace 50 años que estoy acá y le tengo un agradecimiento
inmenso a este pueblo que me brindó este trabajo”, relató a El
Territorio.
Al llegar a la zona Norte de Misiones, en 1957, trabajó en la industria
forestal con distintas empresas. En 1960, conoció San Pedro, donde
permaneció durante 15 días en busca de alguna changa y cuando estaba a
punto de regresar por no conseguir empleo, un señor de apellido Ayala,
le consiguió trabajo la maderera Lorefice, donde trabajó durante 7
meses. Cuando lo despidieron procuró instalar una despensa, pero no fue
rentable ya que el pueblito era muy pequeño, no contaban con energía,
agua potable y ningún otro servicio público.
Fue así que de ser un obrajero, se convirtió en un peluquero exitoso.
Esto tuvo su origen de forma impensada, cuando su compañero, Pascual
Fernández, con quien carpía en una quinta de nombre La Misionera, se le
acercó con dos espejos pequeños, un peine de bolsillo y una tijera y le
solicitó que le cortara el cabello para ir a visitar a su novia. “Yo me
propuse a hacerlo, ni me imaginaba que pudiera ser peluquero y mucho
menos que me iba a salir bien. La verdad me salió muy bien y así varias
veces lo peluqueé, cuando vinimos a trabajar a La Rata eran como 300 los
empleados, entonces ni a mi hermano le cortaba el cabello para que no
me pillen, pero le pedí al administrador que me acreditara esa tarea los
sábados y domingos”, recordó Cabrera.
Los primeros pasos fueron positivos y Cabrera intentó hacer el mismo
trabajo en otra localidad, cortando el cabello para el personal de
Celulosa Argentina. Sin embargo, no logró concretar un solo corte. Esto
lo llevó a conocer a Ferreira, dueño de un hotel donde se había alojado.
Este hombre le ofreció un espacio y le consiguió las herramientas para
que monte una peluquería en ese hotel en San Ignacio. Tampoco obtuvo
buenos resultados ya que en esa zona la alta posición económica de sus
moradores le jugaron en contra. Entonces pidió prestadas esas
herramientas y con ellas retornó a San Pedro.
“Me sentí muy mal allá, no tenía clientes porque eran gente de plata y
yo no tenía nada, ni para poder hacer una tintura por ejemplo, entonces
pedí al señor Ferreira si me daba esos elementos, para empezar de cero
en San Pedro. Acá la gente me aceptó, de todas las edades y posiciones
sociales, todos los trabajadores. Tenía mucho, mucho trabajo. Para mí
estar acá es una enorme bendición”, confesó Cabrera.
Sin embargo, en sus inicios no era el único que brindaba el servicio de
peluquería, pero sí es el único que permanece hasta la fecha y a sus 77
años continúa siendo elegido por sus fieles clientes. Ir a su salón era
algo muy común tiempo atrás, los caballeros por excelencia solicitaban
cortes clásicos siendo el corte petitero a la romana el que lo
distinguía. Las mujeres también hacían uso de la peluquería, pero como
no realizaba ningún tipo de cosmetología, la clientela era mayormente
masculina.
A pesar de no haber accedido al sistema escolar se volvió una persona
repleta de conocimientos, de todos los ámbitos. Aprender a utilizar una
tijera e inclusive una navaja fue un permanente aprendizaje, que como
con un toque divino supo hacerlo con el tiempo y dedicación que cada
cliente se merece. Uno de los mayores desafíos fue realizar el primer
corte solamente a la navaja, al doctor Tolosa: “No fue rapar la cabeza,
fue un corte prolijito, ¡de doctor! fue muy difícil para mí, eso
actualmente no sé si alguien lo haría, porque la navaja ya es un
elemento casi descartado, el cliente me enseñaba, me decía cómo quería
su corte y yo procuraba que quede como me pedían, lo que más se hacía
eran cortes militares y a la romana”, rememoró Bernardo.
Para quien llegó cuando sólo existían tres calles y haber estado
presente en los años de desarrollo, la localidad recién comienza a
florecer. “Para mí San Pedro hasta me atrevería a decir que no nació
todavía. Para 1960 esto era puro trabajo, empresas, industrias, hoy no
existe mucho de eso, pero siempre se caracterizó por la cultura del
trabajo, creció mucho en cuestión de habitantes, la tecnología, las
comodidades que tenemos, servicios públicos. Si vemos tiempo atrás, acá
donde estoy no había nada, hoy estoy en el corazón del pueblo, es una
maravilla”, destacó.
Desde su salón, mientras conocía relatos de todo tipo, el peluquero se
convirtió en un referente para la localidad y todavía sigue siendo el
más buscado para quien quiere renovar su apariencia.