Buenos Aires contada desde el barrio

Domingo 8 de diciembre de 2019
Victoria Bergunker

Por Victoria Bergunkerinterior@elterritorio.com.ar

Buenos Aires es una ciudad donde converge una ola cultural que se lleva todo a su paso. En su totalidad está marcada por un eclecticismo que la hace única: su identidad inmigrante, los barrios típicos, la música, los monumentos y la gastronomía son algunos de los puntos que vuelven loco a cualquiera.
Los más inquietos la pueden recorrer caminando o en bicicleta, pero no pierde su encanto si se la transita aprovechando la gran red de transporte que hay a disposición. La propuesta porteña es vasta e innovadora, pero lo más importante: hay para todos los bolsillos.
Por eso, El Territorio se adentró en las profundidades de este monstruo cosmopolita para conocer más acerca de su historia, sus lugares y sus secretos más íntimos. El paseo estuvo guiado por el Ente de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires, organización que se encuentra abocada a expandir y desarrollar la oferta turística a través de un modelo sostenible impulsado en tres niveles de gestión territorial: ciudad, barrio y atractivo.
Uno de los barrios que tiene un encanto único y particular es, sin dudas, Villa Crespo. Todavía se pueden ver casas bajas, almacenes detenidos en el tiempo y vecinos paseando al perro sin mirar el reloj. Podría tratarse de una de las zonas más bohemias y de hecho así se denomina el restaurante que refuerza la idea de plato típico argentino: Los Bohemios, que está dentro del estadio de Atlanta y así es como llaman a los hinchas de ese club.
A simple vista parece el típico buffet de club, ideal para ir de a grupos grandes, con mozos copados y rápidos, con la obvia decoración azul y amarilla de Atlanta. Pero apenas el comensal lee los platos del día en la pizarra o agarra la carta, logra advertir que entre bambalinas los cocineros se pusieron la diez.
Hay opciones para todos: ravioles de ossobuco, milanesa napolitana o una buena picada son algunos de los manjares que dibujan una sonrisa en el rostro del comensal apenas llega a la mesa; y ni hablar cuando sale con la panza llena y el corazón contento. Si para beber el visitante elige vino, que sea con un sifón de soda.
La cosa no termina ahí. En Thames casi Vera del mismo barrio está La Crespo, una pequeña casa de comidas judías que no falla. ¿El plato estrella? Hot pastrami, un sándwich a base de pastrón, que se elabora con carne roja sometida a un proceso de salmuera. El resultado es una danza de sabores en la boca sumado a la cebolla caramelizada, mostaza de Dijon y pepinitos agridulces que lleva este pedazo de amor entre panes. Un viaje de ida.
En el medio pasan otras cosas que buscan seguir impulsando el sentido de pertenencia y los sabores, como el paseo de compras Mercat, que está en plena construcción y que promete el regreso a las buenas costumbres y al mercado de barrio, combinando gastronomía de calidad con un acercamiento al productor local y precios justos. Un lugar pensado para que convivan el sabor, los productos naturales y el arte culinario, que muy pronto estará a disposición de doña Rosa, del turista y de todo aquel que quiera darse una vuelta por sus instalaciones.
Villa Crespo es indudablemente un lugar que combina historia y resume parte de la identidad cultural de Buenos Aires; que pasa por la avenida Corrientes, el tango de Pugliese, y las calles decoradas con la técnica del fileteado, un estilo artístico típicamente porteño caracterizado por líneas espirales, colores fuertes y efectos tridimensionales. Hoy este arte está vivo gracias a Gustavo Ferrari, fileteador de la zona que no tiene problemas en recibir a los intrépidos y dictar una clase espontánea en su taller ubicado en Jean Jaures 361.
Para terminar el día y degustar coctelería de la buena, la receta es un número: 878. Este lugar de la calle Thames (ubicado a la altura mencionada arriba) es una propuesta nocturna que rompe con los estereotipos: de afuera parece una casa, pero adentro es un mundo. Su estilo misterioso despertó a las malas lenguas, quienes decían que se trataba de un prostíbulo o alguna cosa ilegal, pero nada más lejos de la realidad. El 8, como le dicen, es un bar abierto a puertas cerradas que convida un momento único y copas elixir.

Barrios y más barrios
El barrio de la Chacarita es otra postal cultural. El nombre nace del diminutivo de chácara o chacra, voz quechua que significa granja o quinta. Este barrio era conocido como la Chacarita de los Colegiales, ya que era la chacra de un colegio de la Compañía de Jesús. Hoy resulta difícil disociarlo de la presencia del cementerio, que nació ante la urgencia por la epidemia de fiebre amarilla en 1868.
Por su diversidad y eclecticismo gastronómico, este barrio ya ganó un club de fans liderado por Florencia Migliorisi, una apasionada del mundo de las bebidas, en especial la coctelería clásica y el café especial, quien recorre a diario Buenos Aires buscando platos y tragos únicos, y llamó al barrio “Chaca Love”.
El itinerario propuesto por esta joven intrépida arrancó en el bodegón Albamonte -en Corrientes 6735-, un local que abrió sus puertas en 1958 y que sirve un menú bien porteño que pone de manifiesto las influencias españolas e italianas, donde no falta una buena tortilla o una milanesa que se esconde bajo una cascada de queso y salsa.
La visita continuó en la fábrica de churros Olleros, un pequeño local donde se fabrica la debilidad de todo argentino: churros fritos y rellenos de dulce de leche. Queda en la calle que lleva su nombre a la altura del 4100. Para completar los clásicos imperdibles de la cuadra, el tour dio un giro hacia El Imperio, un lugar donde la vedette es la pizza, y si se la come de a porciones parado, en la barra y con un vaso de moscatto, la experiencia cobra el doble de sentido.
Pero no todos son clásicos: las tendencias que van en tomando fuerza en la ciudad son dignas de visitarlas y darles una oportunidad. Este es el caso de Alegra, un local en la esquina de Olleros 3891 que sirve vinos de bodegas, apostando así a educar al consumidor al tiempo que ofrece una vinoteca de ensueño.
Para aquellos que prefieren sentarse en una barra y consumir un aperitivo noble, el lugar es La Fuerza (Dorrego 1409), donde sirven vermú argentino producido en Mendoza, hecho con Malbec y Torrontés.
La bebida que no puede faltar bajo ningún punto de vista es el café, que según los entendidos en el tema “si es bueno no necesita azúcar, y si es malo no la merece”.Ante el primer encuentro con el paladar, el café que sirven en Marte -Dorrego 1470- crea un choque de planetas que hacen honor a su nombre. Este lugar bohemio, cultural y diverso es impulsado por mujeres feministas que no le tienen miedo ni al patriarcado ni a los sabores fuertes.
La propuesta gastronómica porteña no tiene límite. En el extremo norte de la ciudad, más precisamente en el barrio de Saavedra, en Crisólogo Larralde 3995, se encuentra Raíces, un restaurante de cocina casera con historia. Fernanda Tabares apela a la memoria emotiva de los platos de la abuela y creó un menú donde sobresalen las pastas y las carnes que saben a infancia.

La Noche de los Templos
Entre las visitas guiadas que propone la ciudad, El Territorio presenció la Noche de los Templos, una visita temática que permite vivir en primera persona la libertad de cultos que reina en la ciudad.
En esta cuarta edición, fueron once los circuitos guiados que formaron parte de la iniciativa conjunta del Ente de Turismo y la Dirección General de Cultos, con guías especialmente preparados para la ocasión. Los circuitos estuvieron distribuidos en las zonas de Belgrano, Palermo, Centro, San Telmo, La Boca, San Cristóbal, Balvanera, Almagro, Flores y Parque Chacabuco.
El trayecto contó con un bus turístico que salió desde cuatro puntos de encuentro de manera gratuita. Además, se ofreció un recorrido con el bus del circuito papal, que recorrió los lugares donde Jorge Bergoglio creció, se formó y realizó su trabajo pastoral. La experiencia invita al turista o al local a conocer las profundidades de las religiones y filosofías presentes en la ciudad, que ponen en evidencia, una vez más, que en Buenos Aires conviven religiones, culturas, monumentos y sabores de todo el mundo.