Don Juan de San Martín

Domingo 5 de julio de 2020
Por Alfredo Poenitz

Por Alfredo Poenitz Historiador

La mala administración política y económica de funcionarios sin preparación, que sucedieron en el gobierno de los pueblos guaraníes a los Jesuitas expulsados por el Rey de España en 1768, produjo una grave decadencia en esas opulentas comunidades. En treinta años, como consecuencia de ese proceso, la población de las Misiones se redujo a la mitad. No obstante es justo aclarar que esa declinación no se dio en forma simultánea en todos los pueblos. Yapeyú  es un caso típico que merece ser analizado como una excepción de aquel proceso, por lo menos en la etapa inicial del período postjesuítico. Este pueblo, por constituirse en la llave de entrada a las Misiones fue un factor de pujanza y se convirtió en el eje de poblamiento de toda el área sudeste de la actual provincia de Corrientes y el nordeste entrerriano.
Al momento de la expulsión de los jesuitas, el territorio rioplatense estaba constituido por ciudades muy dispersas unas de otras. En el Litoral existían Montevideo, Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Asunción, pequeñas aldeas aún que no superaban cada una de ellas los 10.000 habitantes. A partir de la apertura legal del puerto de Buenos Aires, impulsado por la administración borbónica para fortalecer el comercio ultramarino y, especialmente desde el Tratado de Libre Comercio de 1778, los campos existentes entre estas poblaciones comenzaron a ocuparse con estancias productoras de ganado vacuno, transformándose esta actividad en un notable negocio. El mercado misionero, con 100.000 consumidores se constituía en una de las áreas más pingües en este comercio.
El gobierno de Buenos Aires, de quien pasó a depender la provincia guaranítica de Misiones después de los Jesuitas había abierto el comercio desde aquellos pueblos. Una administración central concentraba los productos que, por vía fluvial por el Uruguay llegaban a Buenos Aires desde el puerto de Yapeyú. Allí se concentraban los excedentes de la producción misionera para ser monetizados en Buenos Aires y se los trasladaba en carretas hasta el puerto de Salto Chico (donde hoy es la ciudad de Concordia) para ser trasladados a Buenos Aires. Es decir que se traza un nuevo camino, el “camino al Salto”. Las naves a quilla reemplazaron a las antiguas balsas. Yapeyú llegó a poseer un bergantín, con 12 tripulantes, el Santos Reyes, que realizaba periódicos viajes hasta Río de Janeiro. 
Esta nueva actividad comercial forzó a una ampliación de la frontera sur misionera que, desde siempre, había sido el río Miriñay. Al crearse el puerto de Salto Chico ese límite pasó a ser el arroyo Yeruá, pocos kilómetros al sur de la actual ciudad de Concordia. Es decir que la Provincia de Misiones se amplió hasta el nordeste entrerriano que fue poblado por misioneros guaraníes.
Este enorme impulso comercial yapeyuano fue violentamente detenido por una gravísima epidemia de viruela, sucedida entre 1771 y 1772, que tuvo especial impacto en Yapeyú, donde su población quedó notoriamente reducida y desanimada.
En ese estado de cosas arriba como Teniente de Gobernador del departamento de Yapeyú, don Juan de San Martín, hijo de labriegos castellanos quien ascendiera desde soldado hasta oficial subalterno en su patria. Sus actividades siempre fueron administrativas, nunca en los campos de batalla, como sus cuatro hijos varones, en especial el Libertador de América, José Francisco. 
En 1766, a poco de llegado al Plata, don Juan de San Martín había ejercido la Comandancia de los partidos de Víboras y las Vacas, en la Banda Oriental. Expulsados los Jesuitas se le encomendó la administración de la gran estancia de Las Vacas, en donde existía una importante calera. El Informe oficial escrito con posterioridad al ejercicio de su mandato es elocuente respecto a su labor administrativa. Dice allí: “Perseveran los hornos de cal….mediante la especial económica aplicación de un don Juan de San Martín, campesino de cuatro suelas, de quien se dice haber excedido a los Padres Jesuitas en la economía….”. Estando en esas funciones, en sus periódicos viajes a Buenos Aires, conoció a una joven española, doña Gregoria Matorras, recién llegada al río de la Plata con la comitiva del nuevo gobernador del Tucumán, su tío Jerónimo Luis de Matorras. Con ella se casan el 1 de octubre de 1770. En la estancia de las Vacas tuvieron sus tres primeros hijos, María Elena, Manuel Tadeo y Juan Fermín. Los dos últimos, Justo Rufino y José Francisco, nacieron en Yapeyú.
Por su exitoso desempeño don Juan fue enviado por el gobernador Vértiz a recomponer el ánimo de los yapeyuanos.  Su primera labor fue restituir la “ruta al Salto”, que se había abandonado durante los años de la peste de viruela. Su primera acción fue crear cuatro grandes estancias comunitarias, donde residían varias familias yapeyuanas y que se constituían como postas en esa ruta comercial: “La Merced” (actual ciudad de Monte Caseros), “San Gregorio” (en fina atención a su esposa, doña Gregoria, donde hoy está emplazada la localidad de Mocoretá, “Mandisoví” (hoy Federación, en Entre Ríos) y “Jesús del Yeruá”, poco al sur de la ciudad de Concordia. También fundó a orillas del Uruguay, en la Banda Oriental la localidad de Paysandú. Es decir que el sudeste correntino, como el nordeste entrerriano, e incluso parte de la Banda Oriental fue ocupada efectivamente por pobladores guaraníes de las Misiones y la Provincia Guaranítica extendió sus límites hacia aquellas tierras.
La estabilidad comercial motivó a muchos naturales industriosos a formar sus propias estancias alrededor de las grandes estancias comunitarias lo que dio lugar a un incipiente proceso de urbanización de comunidades que hoy persisten con enorme fuerza y gravitación en este espacio geográfico poblado, urbanizado y administrado por don Juan de San Martín y los guaraníes misioneros del pujante pueblo de Yapeyú.
En enero de 1781, don Juan se retira de esas tierras a su España natal con toda su familia. El cabildo yapeyuano le extendió un certificado que indicaba: “No tenemos quejas de su conducta, sí solo que ha sido muy arreglada y ha mirado nuestros asuntos con amor y caridad… por lo que quedamos todos agradecidos a su eficacia y celo…”
A su regreso a España el Rey le otorga el grado de Capitán de Infantería en 1779, después de 20 años de prolija labor administrativa en territorio rioplatense.