En la cuarta dimensión

Fue muy comentado en Posadas lo que le sucedió al negro Cardenillo Montiel, a quien nunca se le conoció trabajo fijo. Ni fijo ni de los otros debemos decir, ya que siempre vivió a costas de su mujer, Domitila Semifusa, quien se desempeñaba como docente en tres cargos en distintas escuelas de la ciudad, todas alejadas entre sí, por lo que el tiempo que no estaba en el trabajo lo empleaba en viajar en colectivo.

Las historias de Cardenillo son muchas, pero la más reciente peca por falta de originalidad, ya que luego de desaparecer tres días de su casa y de los lugares que sabía frecuentar (los bares del centro y los bodegones cercanos al mástil), regresó a su casa lo más campante, luciendo ropa nueva y alegando ante su mujer, sin inmutarse, que “al retirarse por la noche de una confitería ubicada en la intersección de las calles Bolívar y Colón, donde participaba de una rueda de amigos, siendo casi la medianoche, transitó por uno de los ángulos de la plaza central de la ciudad y se topó, así de improviso, con una especie de agujero negro o pasadizo a una dimensión desconocida donde fue absorbido y transportado a un extraño lugar donde, para él, transcurrieron aproximadamente cinco minutos y que al ser devuelto a la dimensión normal cayó en la cuenta de que habían pasado tres días…”.

La mujer, resignada y observando una remera nueva que lucía el marido (tal vez regalen remeras en la cuarta dimensión), le preguntó a modo casi de súplica:

- Pero, ¿en ese agujero negro no habías caído ya el año pasado? ¿No te acordás?

A lo que el negro, sin ningún tipo de dilación le respondió:

- Lo que pasa mi amor, es que el ser humano es el único animal que mete la pata dos veces en el mismo agujero…

Y allí no más la llenó de besos y arrumacos como para no dar más tiempo a la protesta, y la Domitila se dejó arrastrar hacia el dormitorio, sin capacidad de medir la verdadera dimensión de los sucesos.

¿Usted le cree a Cardenillo…? Yo, no.