Parece uno más Pablo Cavallero cuando se relaja para hablar de fútbol. Con el espejo de papá Oscar presente, comenzó a recorrer el camino con la redonda en las inferiores de Vélez, aunque las primeras planas le llegaron cuando vistió los colores de la selección argentina en los Mundiales del ‘98 y 2002, este último con mayor protagonismo.
De visita por la tierra colorada en la presentación formal del proyecto de formación de talentos de la AFA -del cual forma parte-, Cavallero aceptó el mano a mano con El Territorio, no eludió tema alguno y dejó acentuada su pasión por la redonda.
“Trataba de recoger alguno que otro estilo. Aportarlo a mi forma de jugar y uno es de acuerdo a lo que el de arriba te destina. Hay cosas que la podés entrenar y otras que por más que entrenes todo el día no te va a salir”, apuntó Pablo, quien también vistió los colores de Unión de Santa Fe y los españoles Celta, Espanyol y Levante, para luego retirarse en Peñarol.
¿Qué hacías antes de este proyecto?
Había dejado de jugar en Peñarol y estaba dando vuelta a la cabeza. Ver en qué me iba a insertar en la sociedad, es un proceso de unos meses. Justo surgió la posibilidad de estos centros, me acerqué a Julio Grondona y le planteé la posibildad de que se podía abrir algo en Mar del Plata, se habló con la Liga y empezamos a entrenar.
¿Por el momento no vas a ser DT?
Tengo el carnet de entrenador, me recibí en España. Y el Centro es general, no sólo de arqueros, porque a veces se interpreta mal que por haber sido arquero se busca sólo talentos como arqueros. Estoy como un entrenador más. Como padre de tres hijos -el más grande tiene 11- y yo trabajo con chicos de 14, estamos ahí, a la vuelta de la esquina. Más allá de enseñarle lo que pude obtener de mi experiencia deportiva, hay que enseñar a tener disciplina en lo que elige. Más allá de lo táctico, tratamos de que sea respetuoso. De todos esos chicos por ahí llega uno, pero hay que darle las cosas para que sea respetuoso en todos los ámbitos, alejarlo de los vicios y las cosas feas que se viven en el conurbano de Buenos Aires, haciendo un poco de padre y entrenador, para que el día de mañana digan ‘me tocó pasar por el Centro de Mar del Plata y este tipo me abrió la cabeza’.
¿La mayor alegría en el fútbol?
Vestir la camiseta de la selección, es único eso.
¿Una frustración?
Haber quedado eliminado de Corea-Japón (el Mundial del 2002), porque creo que teníamos un equipazo y por esas cosas del fútbol que a veces no le encontrás la vuelta, nos tocó vivirla, fue un palo duro.
¿El delantero que te tenía alquilado?
Saviola, jugando contra Barcelona. Siempre aparecía, y bueno… Ronaldo siempre me vacunó. Te dabas cuenta de que el tipo fue un monstruo.
¿Fue el mejor que viste?
Y... en el mano a mano Ronaldinho también era terrible. Cuando agarraba la pelota y vos estabas con el lateral le decías ‘parado, parado, aguantalo’, qué le va a aguantar. Se lo llevaba igual, te hacía esa bicicleta que era terrible en el Barcelona, jugando en Europa te das cuenta que parece que juega en la Play. O Zidane, un día me impresionó que le tiraron un pelotazo un día de lluvia y lo iba a marcar Velazco, el lateral suplente de la selección española, que jugaba en el Celta. El tipo saltó y la bajó en el aire, y qué vas a hacer con esas cosas. El tipo parecía lento y era rapidísimo, porque tenía una técnica individual y visión de juego.
¿El técnico que más cosas te dejó?
Passarella y Bielsa. El primero porque fue jugador, hizo 99 goles, cuatro veces defensor más goleador de Italia, tenerlo como entrenador imaginate lo que repercute. Y después Bielsa, te das cuenta de que son dos o tres que están al nivel de él. Yo lo tuve hace diez años por primera vez y todavía hay algunos que no entrenan como él y hace diez años que utilizaba esos ejercicios.
¿Un amigo en el fútbol?
El Flaco (Mauricio) Pellegrino, que trabajó con Rafa Benítez, es como si fuera mi hermano.
¿Estuvieron bien las críticas, luego del Mundial 2002, sobre tu actuación?
Son las críticas de todos y las entiendo. Un día mi papá me dijo que tenía un jugador extraordinario en Banfield que se llamaba Julio Cruz. Y lo fuimos a ver con el Turco Husaín en cancha de San Lorenzo. Jugó muy mal, se caía, no la tocó. Y lo esperamos a mi viejo y todo el viaje le decíamos ‘ese no sirve’. Al año y medio, el Turco, yo y Julio en la selección. ¿Qué te quiero decir? Cuando uno es hincha entiendo, el jugador lo tiene que entender, hay que ser respetuosos con todos.
¿Con qué cosa comparás al fútbol?
Cuando me dicen si extrañás el fútbol, la sensación que se siente con la camiseta de tu país, en el túnel o en el himno es única, no pasa por la plata. Eso es algo especial, impresionante. Por ahí me dicen ‘no jugaste en un equipo grande’, y sí, pero jugué en el mejor: la selección.
¿Quién era mejor arquero, Pablo Cavallero u Oscar Cavallero?
Creo que mi viejo, él dice que fue mejor (risas). Me tocó vivir con Chilavert, Goycochea, Roa, Burgos, con arqueros de primer nivel. El paraguayo era impresionante, justo coincidió cuando mi padre lo trajo de afuera. Me ayudó muchísimo. El arquero es un puesto complicado, convivís con el éxito y el fracaso constantemente.