Por Silvia Godoysociedad@elterritorio.com.ar
Cuando su madre lo mandó a quedarse con unos tíos en la tierra colorada,
un joven Héctor Martinoli, que ya estaba estudiando artes plásticas en
Buenos Aires, pensó en escapar.
“Todo lo que sabía de Misiones es que era puro monte, que no había nada,
que era aburrido y yo, imaginate, trabajé desde muy chico en Buenos
Aires y estudiaba, era la capital de las oportunidades”, contó a El
Territorio este artista integral, nacido en Federación, Entre Ríos, en
1937.
Hoy, a sus 82 años, aún ríe de aquella ocurrencia adolescente: “Mi madre
tenía mucho miedo de que yo esté en aquella ciudad tan grande y lo
mejor que pensó fue mandarme para acá y no me arrepiento para nada”. Aún
con aquella reticencia inicial, fue cosa de pisar este suelo -relató- y
sentirse parte: “Mi tía me vio medio triste y me dijo: ‘Andá a caminar
la costa del río’, entonces salí y vi el Paraná y vi la gente del lugar y
ya no quise irme, tenía por entonces unos 16, 17 años”.
Docente, escultor, pintor, especialista en grabado, Martinoli expone por
estos días una serie de 50 grabados que recorren su producción desde
1966 al presente, en el Museo Lucas Braulio Areco, en el Paseo Bosetti
hasta el 3 de noviembre; una muestra denominada Memorias de un grabador .
Dijo que no sabría ubicar el momento justo en que descubrió que su vida
la dedicaría al arte, “desde que tengo memoria dibujo, pinto, algo que
yo no recordaba pero que me contaron en mi familia es que cuando era muy
chico fabriqué mis propios pinceles. Corté los pelos de un cepillo y
los até a un alambre, en casa de mi hermano en Buenos Aires hay obras
mías de cuando tenía 11, 12 años”.
Reconoció en su actividad un don que le fue dado, “el arte es algo con
lo que nací, en mi familia nadie pintaba o sabía de estas cosas, es un
don, un regalo. Ahora sí, mi hijo es artista plástico y tengo tres
nietos que también pintan”.
Agradecido de esa capacidad alentó: “Yo expongo mucho mi trabajo, desde
siempre, desde 1966 en adelante y en 1973 fue mi primera muestra
individual, yo sé que hay artistas que no quieren hacer muestras, yo les
diría que den a conocer su trabajo, que el arte es para compartir, para
sentir”.
Sus piezas se nutren de imágenes que acopió en la retina de la memoria,
“mi padre era ferroviario y por eso viajamos por todo el país, creo que
mi obra tiene un poco de esa gente que conocí y observé en paisajes tan
variados, en realidad me gusta la figura y lo abstracto, el paisaje no
me llama tanto la atención como para plasmar”.
De esta tierra que se volvió querencia extrajo para sus composiciones el
sufrido rostro de tareferos y paseras, la algarabía en lo poco de
pescadores y demás gentes de las costas. Algunos de los grabados que
ilustran estas temáticas son Homenaje a los trabajadores de la yerba y
Época difícil.
Cuestiones sociales también pueden verse en sus pinturas de caballete,
realizadas en colores fuertes propios del expresionismo. “Soy un pintor
expresionista tanto en lo figurativo como lo abstracto, hay mucho de mí
en las obras que emprendo, hoy ya dejé un poco de lado la pintura y
estoy dedicado al grabado, un poco porque tengo un problema en la vista y
también porque es mi pasión”, y añadió que aunque en tantos años, la
sociedad cambió y hay personajes que desaparecieron, “la figura de la
gente de la calle me sigue conmoviendo y sigue nutriendo mi trabajo”.
Adelantó que en su taller elabora una nueva serie de grabados que
estarían listos el año que viene y con una temática que será “una
sorpresa”.
“Yo recuerdo con mucho cariño a Marcos Colorín Otaño, que fue el
precursor del grabado acá, se abrió una Escuela de Artes y Artesanías y
él fue docente, ahí yo aprendí mucho de él, era un gran artista,
profesor y amigo, también hubo otros grandes maestros y maestras”.
Técnica milenaria
Frente a uno de sus grabados más emblemáticos, Obsesión ciclista (1997),
explicó: “El grabado lleva paciencia, es una pasión que demanda su
tiempo, no hay que apurar, primero se prepara el taco (matriz), se debe
lijar bien y pasar una pintura protectora, se piensa el dibujo y luego
se lo pasa a la madera. Ahí definís qué partes serán en blanco y cuáles
en negro, mediante el tallado se logra que las partes con relieve queden
en negro y las zonas talladas en blanco una vez que se transfiere el
diseño”.
Por último, expresó: “Es uno de los artes más antiguos, se encontraron
tacos en las cavernas prehistóricas, los primeros humanos hacían
grabados en las paredes, hoy por suerte hay artistas que retomaron la
técnica, muchas son mujeres. Me gustaría que haya más comunicación entre
pares, ese encuentro entre artistas”, cerró quien recibió incontables
reconocimientos y premios.
PARA AGENDAR
‘Memorias de un grabador’
Es el títutlo de la muestra del artista plástico Héctor Martinoli, que
consta de unos 50 grabados, recortes de diarios, premios, notas y
anécdotas. Permanecerá abierta hasta el 3 de noviembre en el Museo
Areco; ingreso por el Paseo Bosetti.