Por primera vez, un estudio científico en Nature firmado por investigadores de Harvard ha identificado exactamente cómo el estrés en el cuerpo hace que nuestro cabello se vuelva gris.
Lo cierto es que llevamos toda la vida diciendo que el estrés en nuestras vidas podría ser un actor principal para que comenzaran a aparecer las primeras canas y el
pelo gris, pero hasta ahora no se había identificado el proceso que lo
hacía posible. Como explica el autor principal del trabajo, Ya-Chieh
Hsu:
Todos tienen una anécdota para compartir acerca de cómo el estrés afecta a su cuerpo, particularmente en la piel y cabello, los únicos tejidos que podemos ver desde afuera. Queríamos entender si esta conexión es verdadera y, de ser así, cómo el estrés conduce a cambios en diversos tejidos. Para empezar, la pigmentación del cabello es un sistema muy accesible y manejable, y además, teníamos mucha curiosidad por ver si el estrés realmente conduce al cabello canoso.
Al parecer, descubrieron que cuando se les
daba una sustancia llamada resiniferatoxina para inducir dolor, el
pelaje de los animales se volvía completamente blanco en un mes. El
experimento se repitió varias veces utilizando resiniferatoxina, que es
un químico natural que se encuentra en una planta similar a un cactus
nativa de Marruecos.
Luego se
centraron en el cabello y la manera en que el estrés afecta. Primero con
un análisis de todo el cuerpo para determinar qué sistema era
responsable de conectar el estrés con el color del cabello, reduciéndolo
al nivel molecular.
De esta forma
determinaron que el estrés activa el sistema nervioso simpático, que es
responsable de nuestra respuesta a la hora de combatir o huir, y que a
su vez causa daño permanente a las células madre en los folículos
capilares responsables de la regeneración de los pigmentos. Estas
células madre actúan como un reservorio de células que algún día tomarán
el papel de producir pigmento, aunque el estrés rompe sus defensas.
Por último, los investigadores apuntaron
al sistema nervioso simpático como una forma de inhibir la acromotricia.
Según el coautor del estudio, Thiago Mattar Cunha:
Después de inyectar resiniferatoxina en los ratones, los tratamos con guanetidina, un antihipertensivo capaz de inhibir la neurotransmisión a través de fibras simpáticas. Observamos que el proceso bloqueó el proceso de pérdida de color del pelaje. Se interrumpió la neurotransmisión, evitando la diferenciación de células madre de melanocitos y evitando la pérdida de color del pelaje. Los ratones genéticamente modificados confirmaron aún más el hallazgo.
La siguiente fase consistió en averiguar si estos mecanismos afectan por igual a los humano. Para ello, trataron un cultivo de melanocitos humanos con noradrenalina y descubrieron que un gen que codifica proteínas llamadas quinasas dependientes de ciclina (CDK), cuya expresión se alteró principalmente después de la inducción de estrés en ratones, también experimentó un aumento en la expresión. Según Ya-Chieh Hsu:
Cuando comenzamos a estudiar esto, esperaba que el estrés fuera malo para el cuerpo, pero el impacto perjudicial del estrés que descubrimos estaba más allá de lo que imaginaba. Después de unos pocos días, se perdieron todas las células madre que regeneran el pigmento. Una vez que se han ido, ya no se puede regenerar el pigmento. El daño es permanente.
Por último, la gran pregunta: ¿habría forma de revertirlo en el futuro? Hsu y su equipo explican que ahora saben que las neuronas pueden regular las células madre, pero descubrir el alcance de esto requerirá una investigación futura.
“Al
comprender con precisión cómo el estrés afecta a las células madre que
regeneran el pigmento, hemos sentado las bases para comprender cómo el
estrés afecta a otros tejidos y órganos del cuerpo. Comprender cómo
cambian nuestros tejidos bajo estrés es el primer paso crítico hacia un
tratamiento eventual que puede detener o revertir el impacto perjudicial
del estrés. Todavía tenemos mucho que aprender en esta área”, zanja el investigador.