Gemelas, comparten hasta el novio

Domingo 21 de septiembre de 2008

Juan Carlos López tiene 30 años, vive en San Vicente y es dueño de una remisería. Como cualquier hijo de vecino obtiene lo que quiere a base de mucho esfuerzo y trabajo. A simple vista parecería que ahí termina su historia. Pero hay más que decir de este buen hombre que ostenta el orgullo y, a la vez, la carga de ser el más envidiado de su pueblo.
Juan Carlos sale hace dos años con las gemelas Liliana y Marisa Kuegler. Sí, aunque parezca increíble es el novio de ambas. Ellas comparten todo porque se sienten “una misma persona” y en eso está incluido el amor. Es la tercera vez que les toca compartir la pareja y ni siquiera se imaginan cambiar el rumbo de sus vidas.
“La gente de mi familia lo toma como algo normal. Yo dependo de ella para todo y ella también de mí. La persona que está con nosotras lo entiende así, es estar con una sola persona”, explicó Liliana en diálogo con El Territorio.
Aunque lo insólito e inexplicable es el consentimiento de estas hermanas para estar con el mismo hombre, no tiene nada que ver con tendencias posmodernas ni nuevas formas de experimentar la sexualidad. Se trata, en realidad, de un mimetismo genuino entre las gemelas que se remite a sus años de infancia.
Las chicas tienen 25 años y nacieron en El Soberbio donde viven sus padres que ya llevan 38 años de casados. De familia humilde y trabajadora, crecieron en la chacra y cursaron sus estudios en la Escuela de Familia Agrícola 0804. Siendo muy  pequeñas se dieron cuenta que sus gustos eran iguales, que las mismas cosas las hacía felices y que cuando una estaba sufriendo, la otra podía sentir el mismo dolor ya sea físico o emocional.
Cuando terminaron el colegio secundario vieron frustrados sus sueños de crecer y lejos de querer seguir en la chacra, decidieron mudarse a la casa de su hermana mayor Marcia, en San Vicente. Ni bien arribaron allá se convirtieron la sensación del lugar. Sus esculturales cuerpos, su cabellera rubia perfectamente complementada con el color de sus ojos celestes no pasó desapercibido.
No tardaron en recibir una propuesta laboral que les abrió varias puertas y ventanas. Durante dos años fueron las conductoras del programa “El especial de las gemelas” que se emitía por el canal local los martes, jueves y sábados de 19 a 21.
Después de eso vino el mundo fashion y como resultó imposible compatibilizar horarios, optaron por el modelaje. Ahora son las modelos publicitarias más solicitadas. Trabajan en el interior de Misiones pero su fuerte está en Buenos Aires. Juntas, tienen un impacto visual que provoca una avalancha de contratos en la puerta de su casa. Porque, de hecho, viven en el mismo departamento, hacen los mismos viajes, van a las mismas fiestas, asisten al mismo gimnasio - y en el mismo horario - e incluso realizan los mismos trámites sea el lugar que fuera.
“Es algo serio, es un sentimiento de toda la vida, mi gemela es mi otra mitad”, cuenta Liliana y su comentario es pisado por un leve movimiento de cabeza de Marisa que asiente cada palabra que escucha de su hermana como si fuese su propia respuesta.

Dos mujeres, un camino
Sin intenciones de desanimar las expectativas que genera este extraño romance, hay que decir que la conquista de Juan Carlos hacia las gemelas Kuegler no responde a las típicas telenovelas mexicanas en las que el macho hace hasta lo imposible por tener el amor de su amada, en este caso, de sus amadas. Todo fue mucho más simple.
Un día Marisa y Liliana solicitaron un remís para hacer unas diligencias en San Vicente y quien pasa a buscarlas es justamente el dueño de la remisería, Juan Carlos, que no sólo dirige el negocio sino que, de tanto en tanto, también hace de chofer.
Entre charlas y pícaras sonrisas intercambiaron los números de teléfono y comenzaron a entretejer los hilos de una amistad. “Tomábamos mates, charlábamos en el centro, nos invitaba a cenar, siempre a las dos”, relató Marisa y agregó rápidamente “nosotras nos hablábamos de que estábamos enamoradas de él pero no íbamos a dar el primer paso”. Aunque suene irónico, son chapadas a la antigua. La iniciativa siempre debe ser masculina.
Juan Carlos tomó el toro por las astas y pidió conversar seriamente con ambas rubias extravagantes. “Me tienen que perdonar pero estoy enamorado de las dos”, fue la frase que las arrojó a sus brazos hasta el día de hoy. Sus disculpas por amar a dos mujeres al mismo tiempo no hicieron más que derretir sus corazones. “Para nosotras era lo más lindo que habíamos escuchado”, señalaron. Es que si algo les preocupaba sobremanera, era que sólo le interese una.
Desde entonces son la pareja perfecta, o bien, el trío perfecto. Siempre salen juntos y ellas reciben exactamente los mismos regalos y atención de parte de su novio. “Si vamos tomando mate, una ceba y la otra va de la mano”, contó Liliana a modo de ejemplo de cómo resuelven los tiempos. En San Vicente o bien en su El Soberbio natal pueden moverse con total naturalidad, sin embargo toman muchas precauciones cuando están en otros lugares. “Si vamos a un lugar que no es el nuestro lo tomamos con más precaución para que la gente no se impacte. Cuando estamos en Posadas, una está con él y después la otra. La gente se sorprende”, dijo Liliana.
¿Celos? Se preguntarán. Es un sentimiento que jamás despertó una en la otra. “Si ella lo besa, me siento tan feliz como si estuviera conmigo, no siento celos. Estoy contenta por ver a mi hermana feliz, como si yo misma le estuviera dando un beso. Es increíble pero es así”, aseguró Marisa.
“Nunca está una sola con él en la cama. Siempre nos acostamos los tres”, señala Liliana sin ahondar en detalles operativos. “La gente se pregunta ¿cómo podés compartir el  hombre con tu hermana? Yo lo mataría a mi novio si sale con otra mujer, sólo pensarlo me hace sentir muy mal y es algo que charlamos con Marisa y las dos sentimos lo mismo”.
Si bien su presente inmediato consiste en apostar a su carrera, el sueño de sus vidas es poder ser madres al mismo tiempo: “queremos ver crecer nuestras pancitas, a la vez”.

Todo por dos
Marisa y Liliana son idénticas, se complementan en todo y no se imaginan vivir separadas. “Nunca nos separamos ni un solo día. Lo máximo que salimos la una sin la otra es una hora y ya nos invade una sensación de tristeza”, señaló Liliana.
“Si no nos entienden nuestros padres, quiénes nos van a entender”, se excusó Marisa, a lo cual acotó Liliana: “desde criaturas, nunca conseguíamos estar lejos la una de la otra. Nuestra mamá se daba cuenta que no podíamos estar lejos porque nos enfermábamos”.
“Me levanto por la mañana y me imagino una ropa para ponerme y la veo a ella y se está poniendo lo que yo me imaginé. Nos sorprendemos de lo que nos pasa”, indicó Liliana.
“Antes, en la chacra no salíamos mucho entonces mi mamá nos compraba la misma ropa. Cuando hicimos la fiesta de quince, mi mamá nos dijo si quieren seguir vistiéndose igual o comenzar a diferenciarse depende de ustedes. Pero nosotras jamás quisimos vestirnos diferentes”, relataron.
Se visten exactamente iguales para todas las ocasiones, indiscriminadamente. Todo lo que hay en su placard es por dos. Desde la ropa interior hasta los zapatos. No hay diferencia de colores, talles o marcas. “Usamos hasta el mismo perfume”, dicen orgullosas.


Una mamá incondicional

EL SOBERBIO. Amanda Wichmann (53) y Federico Kuegler (67) están casados hace 38 años y tienen cuatro hijos: Marcia (30), Marcelo (29) y las gemelas Liliana y Marisa (25). El matrimonio vive en Paraje Martín Güemes en El Soberbio donde criaron a todos sus chicos de la misma manera. Les brindaron comida, techo y educación a base de mucho trabajo en la chacra. Plantación de soja, tabaco y citronela fueron las variables de la entrada de dinero de la familia Kuegler que no sabía de lujos sino de privaciones.
“Yo vendía huevos, gallinas para comprar las hojas de carpeta. Fue difícil pero valió la pena”, dice Doña Amanda a El Territorio cuando se le pregunta por las gemelas. “Estoy muy orgullosa de mis hijas porque son muy responsables, se criaron trabajando en la chacra, con la citronela, con el tabaco”.
La señora reconoce que siempre hubo quien advertía la situación: “no es normal de que sean tan unidas, hay que llevarlas al médico”. Pero la chacra le demandaba tanto tiempo y energía que no quedaban fuerzas para nada más. “Desde chicas son así, hasta me hablaron de que tenía que buscar un doctor para tratarlas. Pero uno se acostumbra con su manera de ser y toma por normal. La gente encuentra extraño”, cuenta y agrega sin pausas “hay mujeres que me dicen que si yo le hubiera explicado que cada una iba a tener su familia,y su propia vida iba a evitar esto. Pero tanto trabajar en la chacra porque éramos muy pobres no hablé nunca. Nuestra familia es de mellizos y nunca pasó esto; yo le críe a todos por igual, pero ellas siempre fueron muy apegadas”.
En cuanto al yerno Juan Carlos López, señala que frecuenta la casa en El Soberbio y se sienta a almorzar con la familia como si fuera uno más. “No sé si van a seguir así. Qué vamos a hacer, somos personas de edad y los hijos de uno son todos para nosotros, ellas eligieron así y ya son mayores”, sostuvo.

Griselda Acuña

Opinión
Mimetismo y cultura
Para el sexólogo y psiquiatra Osvaldo Bosco De Marchi la relación encierra una cuestión cultural, fundamentalmente. La monogamía no es un precepto cultural universal, en otros lugares prevalece la relación de un hombre con varias mujeres y no está mal visto. “Se puede hablar del mimetismo, pero incide la cuestión cultural, ellas toleran compartir el hombre y lo toleran normal porque pudieron flexibilizar el esquema monogámico instalado en esta sociedad”, dijo.

Osvaldo Bosco De Marchi
Psiquiatra