Cuando un expatriado regresa a su país, se genera un choque cultural reverso. Se trata del impacto de una persona que regresa a su cultura original o país de origen (entiéndase de donde es nacional o donde ha establecido residencia habitual) después de haber vivido en una cultura extranjera por un período mayor a un año. Estas personas, se encuentran a menudo con cambios, debiendo enfrentarse a una readaptación. Se genera en ellos una combinación de expectativas, emociones y tensiones que experimentan cuando regresa a su país de origen.
Estos cambios, afectan al expatriado física y psíquicamente, presentando una sintomatología muy específica que se traduce en dolores de cabeza, desorden del sueño (insomnio o exceso de sueño) y en los hábitos alimenticios, depresión, aburrimiento, pérdida de la energía, agresividad, resentimiento, entre otros, que les pueden llevar en ocasiones a tener problemas con la pareja, incluso aislamiento.
Estos factores, se deben, entre muchas cosas, a que primero la persona al regresar a su país de origen, debe aprender nuevos procesos y lugares, puesto que las reglas de comportamiento cambiaron mientras estaba ausente. Esto se traduce en una tensión emocional y mental que provoca frecuentemente un estado de ansiedad, y de recanalizar emociones, por lo que la persona se puede sentir con miedos, incapaz de movilizarse, de comenzar y, en especial, experimenta una sensación de no pertenencia al entorno del cual era parte.
Como consecuencia de esta tensión mental y emocional, se produce una tensión física, agravada a menudo por el cambio climático, las variaciones alimenticias y los cambios del medio ambiente que hacen resentir el cuerpo. Se tiende además a hacer referencia a lo vivido y cambios dejados, es decir, a la comida de antes que ahora ya no es la predilecta, entre otras cosas.
Asimismo se produce una tensión psicológica. Y es que los cambios y las movilizaciones generan la sensación de pérdida de familia, de amigos y, lo más importante, de identidad personal y profesional que, en general, pueden producir una afectación en la autoestima.
Por todo ello, el expatriado se siente extraño y es importante entender el proceso emocional para poder atenderlo y superarlo adecuadamente. Para ello, tendremos en cuenta las etapas del choque cultural al regreso más habituales:
La primera etapa es la pre-salida. El expatriado experimenta una sensación de prisa, apuro, por lo que tiende a ser muy acelerada, poco planificada y caótica para el empleado y su grupo familiar. Lo idóneo es tenerla planificada y preparar a los empleados y su familias con 6 meses de antelación.
En esta etapa es conveniente calcular cuando se desplaza al empleado y cuando se pueden mover los hijos o cónyuge, tomando en consideración los estudios (años académicos), y proyectos individuales del grupo familiar. Las emociones durante esta etapa son encontradas, ya que por un lado se desea regresar y por otro se tiene la sensación de perder la aventura, amigos, entre otros.
Cuando llegan al país de origen comienza una segunda etapa, en la que tienen que afrontar su nueva realidad y su futura vida. En esta fase nos encontramos, por un lado, con la situación del empleado, quien debe adaptarse a su entorno laboral y a sus nuevas metas en el trabajo y, por otro, se debe examinar la reestructuración económica, coches, colegios de los hijos, profesión de la pareja, entre otros aspectos. En muchas ocasiones se plantea la sensación del porqué no están felices de estar de regreso en casa. Para ello, es importante convertir el concepto de casa en hogar.
Otra etapa comienza con la adaptación y reajuste, que es cuando el trabajador y su familia comienzan a procesar el regreso y a volver a familiarizarse con el entorno y su cultura. Es importante que durante esta fase se adapten las experiencias adquiridas a la nueva vida a emprender.
Y una vez descrito todo este proceso nos preguntamos, ¿cómo minimizar los efectos de la readaptación a su país de origen?
Ya sólo el hecho de ser consciente de que hay un cambio emocional y físico ayuda mucho. Además recomendamos tomar el tiempo para descansar, comer, hacer ejercicio y cuidarse físicamente. Es conveniente, asimismo, buscar vías de canalizar el estrés, como involucrarse en actividades de la comunidad y sociales, mantener las aficiones, salir de la casa o del trabajo, mantener el sentido del humor o buscar ayuda cuando sea necesario.
* Especialista en Derecho Migratorio
Por Ana Gazarián
Abogada *