Mister Simpatía

Lunes 7 de junio de 2010

¿Por qué está tan preocupado por la postura de los medios? Le preguntó Ricardo Carpena a Rafael Correa en el hotel Alvear de Buenos Aires:
"Es que nuestra mayor oposición son los medios" contestó seguro el presidente del Ecuador. Y siguió: "No es que me preocupen tanto, tampoco. Pero sí es molesto porque todos los días es levantarse y decir: a ver qué inventaron los medios. Y de repente pueden inventarse una mentira creíble, como ya lo han hecho. Buscan lo que quieren escuchar y crear conflicto, porque la prensa vive del conflicto. Si no hay conflicto no hay noticia. Las buenas noticias no son noticias." Y sigue la respuesta que se puede leer en el sitio de La Nación de Buenos Aires (http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1269671).
La larga entrevista fue realizada durante la visita de Rafael Correa a Buenos Aires con ocasión del Bicentenario de la Revolución de Mayo. Se publicó destacada en el suplemento Enfoques del domingo 30 de mayo y se titula con una frase del entrevistado: "No me eligieron para ser Mister Simpatía", que es una respuesta de Correa a la pregunta del periodista sobre su fama de duro: "Si querían elegir a Mister Simpatía se equivocaron. Sobre todo la oligarquía del Ecuador. Podemos tener nuestro estilo, podemos tener firmeza, pero lo importante son las cosas concretas. No las percepciones".

Lo de la simpatía mantiene una analogía magnífica con el periodismo y me sirve para darle la razón, una vez más en temas de periodismo, al presidente del Ecuador. Lo hago con todo respeto y con el exclusivo ánimo de mejorar las relaciones entre el socialismo del Siglo XXI y el periodismo en nuestra querida América mestiza.
Es que a nosotros, a los periodistas, tampoco nos eligen para ser Mister Simpatía. Y me consta que nos eligen a diario miles y miles de ciudadanos: los mismos que eligen a las autoridades el día de las elecciones. Los periodistas tenemos la extraña virtud de querer mejorar este mundo y nos mueve el amor a la Patria, igual que los presidentes, los bomberos o las costureras. Pero a nosotros esa misión nos hace hervir la sangre, como a Rafael Correa: no tengo dudas que es el parecido más notable y seguramente -y por desgracia- la fuente principal de nuestros conflictos. 
No es cierto que sólo son noticia las malas noticias, ni que los medios medramos con el conflicto, ni siquiera que seamos un poder. El único poder del periodismo es el de la verdad, que se impone como un bien superior que buscamos todos los seres humanos. Los periodistas lo hacemos con pasión y con esfuerzo denodado en la maraña de mentiras que nos teje muchas veces el poder de verdad y en su sentido más amplio. Pero lo hacemos en nombre y con mandato de quienes nos leen, escuchan o miran, que tienen el derecho humano, inalienable e impostergable, a la verdad.
La independencia económica de las empresas periodísticas es la única garantía de esa búsqueda sincera de la verdad y parte esencial de la lógica de su negocio, porque las audiencias abandonan a los medios que les mienten. Esto lo sabían los fundadores de todas las democracias y también los de las tiranías: unos prefieren los medios independientes para controlar el poder y otros los detestan por el mismo control que los primeros buscan.
Las noticias no son ni buenas ni malas. Para denigrar el trabajo de los periodistas alguien inventó esa frase infeliz, que es una mentira grande como el Aconcagua. Y es un sofisma adolescente que pretende que son buenas noticias las propias y malas las del enemigo. Además, si los medios mienten y las buenas noticias no son noticia, entonces ¿para qué el poder se procura medios de comunicación amigos? ¿para dar malas noticias? ¿también lucran con el conflicto? ¿acepta que mienten? No lo creo, para nada porque creo en la buena fe de los gobernantes. Y también creo que tenemos códigos genéticos parecidos y la misma sangre que se nos sale de las venas ante la injusticia. Sólo advierto que es un error intentar hacer periodismo desde el poder.
Los periodistas también estamos contra las oligarquías que exprimen a los ciudadanos y los explotan hasta dejarlos exhaustos. No le caemos simpáticos a los corruptos y a los degenerados. No nos llevamos bien con los extorsionadores ni con los traficantes de influencias. Vivimos peleando contra quienes abusan del poder y lo hacemos por el mandato sagrado de los ciudadanos y de nuestros próceres que se jugaron la vida para terminar con las tiranías.
Ya se ve que la simpatía tampoco es nuestro fuerte y por eso mismo estoy seguro de que podemos convivir.

 

 

Por Gonzalo Peltzer
director de el territorio