“El viento del Norte comenzó a soplar”. Así comienza la historia de Víctor Alaluf. Un posadeño que sintió la brisa a fines de los 90 y que partió de Villa Sarita. Vivió diez años en Israel, tres en Estados Unidos y dos en Alemania. Conoció rincones increíbles del mundo, como el Taj Mahal, el Gran Cañón o el Monte Everest. “El mundo es un grandísimo laberinto en espera que lo descubramos”, dijo Víctor, un inquieto artista de 35 años.
“Siempre me gustó muchísimo visitar el antiguo puerto de Posadas y pasar horas sentado en un espigón dibujando, viendo barcos y lanchones cargados viajar río arriba, imaginándome adónde irían. Mi mejor momento del día era el atardecer. En mi inocencia me preguntaba a quién iluminaría aquel sol tan brillante una vez oculto en el horizonte”.
Apenas terminó el secundario, Víctor partió hacia Israel. “Por un tiempo viví en un kibutz (granja colectiva), donde aprendí el idioma y a trabajar en recolección de frutos y miles de trabajos más”, contó el posadeño. “Me di cuenta de todos los valores inculcados por mis padres, como ser el valorar el trabajo, por más simple que sea”.
A Víctor le costó aprender el hebreo pero lo logró. En paralelo obtuvo un título en Arte, Vestuario y Escenografía. Luego terminó una maestría en Historia del Arte y Arte moderno. “Gracias a mis estudios conocí Israel de punta a punta. Desde los mágicos médanos del Sur de Asia, la fabulosa y cosmopolita Tel Aviv o la mística y sagrada Jerusalén, donde religiones y culturas se abrazan entre sí; o hasta la verde y radiante ciudad portuaria de Haifa, al norte de Israel”.
El siguiente destino de Víctor y con el ánimo de mejorar el inglés fue New Orleans, en Estados Unidos. “Fue una experiencia increíble. Una ciudad que posee influencias francesas y africanas, mezcladas entre sí. Una ciudad colonial con sabor moderno hizo que mis sentidos e imaginación volasen más allá de lo posible”, resumió el posadeño.
Residir en Estados Unidos permitió que Víctor conociera New York, “la maravillosa ciudad que nunca para”, la “más puntillosa y coqueta” San Francisco, “o las culturas indígenas en Alaska”, describió.
El siguiente destino de Víctor fue Berlín, Alemania. Es “una ciudad que en tiempo récord se levantaron barrios enteros en lugares donde la división de la Guerra Fría había dejado sus huellas más profundas”, describió. “A la veces es una ciudad con diferencias muy notables entre el Este y el Oeste. La antigua parte comunista ofrece más atractivas zonas comerciales y de movida nocturna, mientras que la parte occidental posee mayores atractivos turísticos y monumentos”, señaló.
La época del año más pintoresca de Alemania, según Víctor, es cuando se celebra el Oktoberfest, la fiesta de la cerveza. “Originalmente proviene de Babaria pero hoy día todo el país lo celebra un mes, donde abunda la cerveza, la música y la carne asada”.
En esta época es cuando se ven tradicionales atuendos en los varones: “pantalones cortos de cuero, con tiradores. Medias altas, camisas, chalecos y de sombreros. Las damas con trenzas, vestidos largos escotados y acampanados. Es cuando el día moderno descansa y lo ancestral se adueña del momento”.
En el Oktoberfest se beben las más variadas clases de cerveza. “Es producida en todas las ciudades. Las más populares son la altbier, que es amarga; la malzbier que es oscura, dulce y tiene un bajo contenido alcohólico; también están las starkbier, märzen, bockbier y doppelbock, todas con abundante malta. Otras cervezas alemanas son las pilsener, más fuertes; la wiessbier, hecha con granos de trigo y más bien ligeras; y la radlermass, que suele cortarse con un poco de gaseosa o limón”, detalló. “La cerveza es un símbolo tan importante aquí, que las fórmulas para hacerlas en muchos casos son protegidas legalmente por el Estado para que no sean modificadas”, agregó.
El posadeño afirma que de la Argentina añora el “buen asado a la estaca” pero al vivir en el exterior logró conocer a fondo la cocina germana. “Soy de comer todo menos vidrio porque corta, como decía mi tío”, bromeó Víctor. “En el país hay más de 1500 tipos de salchichas distintas. Se destacan las de Frankfurt, que son más suaves. Las de Nüremberg son asadas y las de Baviera tienen la particularidad de ser blancas. Otras comidas típicas en son los pescados ahumados, el chucrut, que es una col ácido para acompañar la mayoría de los platos; también los quesos de la región de Maguncia, y el famoso strudel de manzanas”, indicó.
De lo más extravagante que ha visto en su ciudad de residencia, el posadeño considera como muy llamativo el nudismo que se practica en parques. “Se acuestan en el pasto como Dios lo trajo al mundo, alrededor tuyo. Aquí es muy normal y el pudor es algo de otro mundo”, afirmó Víctor.
Por saber hebreo, inglés y español, Víctor trabaja como guía de turistas por galerías de arte y museos berlineses. Aunque el posadeño es artista plástico y profesor de arte. Hace poco colgó una muestra en el Berlin Contemporary New Art y en julio, para un espacio aún no definido de París, Francia, ofrecerá una exposición de video art, instalaciones y dibujos.
En paralelo, “estoy preparando un programa que lo produzco, filmo y edito. Es de turismo y documenta mis locuras y andanzas. Tengo la esperanza que salga al aire o por internet muy pronto. Quién te dice lo pasen por algún canal de Posadas. Sería increíble”, manifestó Víctor.
Al consultar lo que más extraña de Misiones y luego de nombrar a su familia Víctor recuerda la rapadura. “Es única y muy autóctona nuestra, que desde pequeño fui, soy y seré fanático”, respondió.
Para tomar mate, el posadeño consigue yerba mate de una ferretería. “Vende productos argentinos como ser membrillo, dulces y por sobre todo yerba mate. Es una ferretería bastante surtida e inusual”, dijo Víctor riéndose.
De todos los lugares conocidos por Víctor, La India lo terminó marcando profundamente. “Es un país muy duro de visitarlo, de los más grandes y humildes de Asia. Pero a la vez posee una riqueza espiritual y humana que ningún otro país posee y que hoy día les vendría bien a muchos”, dijo el posadeño que atesora una hermosa foto frente al Taj Mahal. “Otro lugar que me marcó fue Nepal al escalar y llegar al campamento base del monte Everest, en el Himalaya, a una altura de 6. 100 metros. Fue una sensación increíble. 25 días de caminata, de 6 a 8 horas diarias para llegar a un lugar totalmente aislado de todo medio de comunicación y estar sólo con la naturaleza, con tus pensamientos y con uno mismo. Me sirvió para encontrarme como persona y ver lo que es esencial en nuestras vidas”, indicó.
Tras más de una década fuera de la Argentina, Víctor cree que algún día regresará a su Villa Sarita natal. “El viento del norte sigue soplando sobre mi rostro y me dice que aun tiene muchas mas aventuras guardadas para mí”, consideró. “Aún tengo muchos sueños como ser escalar el Aconcagua, ser voluntario en un refugio de orangutanes en borneo África, bucear alrededor de ballenas y muchísima cosas más”, afirmó Víctor que colecciona llaves de todas partes del mundo. “Algún día voy a encontrar la llave que abra la puerta de mi regreso a la Argentina y a mi ciudad natal”, garantizó.