Rosana Bogado, autos que acompañaron en la pasarela de su vida

Sábado 31 de agosto de 2019 | 17:30hs.
Foto: Facundo Correa
Por Sonia Benítez

Por Sonia Benítez comerciales@elterritorio.com.ar

Así como cambiar de auto despierta un poco de melancolía porque se deja atrás a un compañero de historias, se sabe que lo que viene es algo mucho mejor y que traerá miles de satisfacciones. Lo mismo le ocurrió a Rosana Bogado, quien hace doce años decidió cerrar las puertas de su escuela de modelos para comenzar una nueva etapa. Sabía que iba a extrañar los desfiles, las luces, las chicas y chicos, la música y los eventos, pero también que una familia la esperaba en casa.

El amor de madre pudo más que todo, ya que decidió poner a sus tres niños por encima de cualquier empleo o situación.

Entre risas dice que vivir momentos agradables es lo más importante y por eso dentro de su auto se puede comer, beber y cambiarse de ropa.  “A mí me parece que el vehículo es para disfrutarlo y si estoy con quienes quiero, no importa tanto si se ensucia o no, después se limpia y listo”, dice la ex modelo, que en la actualidad posee un Peugeot 308.

“Para mí los viajes son elementales y también lo que uno vive en el auto: música, charlas... es un momento de encuentro. A este auto lo tengo desde el 2013, me lo regalaron mi marido y mis hijos en un cumpleaños, cambiando el anterior que tenía”.

Pero el uso que les da Rosana a los vehículos es heredado. Desde pequeña vio cómo su familia priorizaba sus vínculos y el auto era sólo un instrumento para que la relación afectiva aumente cada vez más. En este sentido, los vehículos que pasaron por su niñez quedaron marcados por historias que comprenden desde la estudiantina hasta viajes por vacaciones.

“Todos nosotros nacimos en el Chaco, en Resistencia. Yo tenía 4 años cuando vinimos para acá, en un Citroën plateado -2CV creo que era- de mi mamá y mi papá. Somos tres hermanos y los cinco nos vinimos a vivir acá, hicimos toda la primaria en la escuela Félix de Azara y después en el Martín de Moussy. En todos esos años la familia tuvo sus autos, papá compró una camioneta y me acuerdo que él siempre entrenaba a todos los chicos de rugby, así que era idas y venidas con todo el grupo. También me acompañaba a mí con la Estudiantina, que también íbamos y veníamos con las chicas de acá para allá. Si no recuerdo mal, esa camioneta era una Dodge”. apuntó Bogado.

Si bien en su etapa de profesora era conocida como Roxana, su nombre en realidad se escribe con S y, en la actualidad, volvió a utilizar la letra correcta en sus firmas diarias.

Los primeros en llegar
La primera vez que Rosana tuvo un auto propio lo utilizó también en esa profesión que le dio tantas satisfacciones en el pasado. Apenas tenía 21 años cuando comenzó a trabajar en su propia agencia de modelos Elegance, a principios de los 90. En ese entonces su hermano debía cambiar de auto porque necesitaba uno que lo ayude con su trabajo, así que le ofreció el suyo, Rosana se lo compró y pudo de esta manera, minimizar el esfuerzo en los viajes que debía realizar cada vez que tenía algún evento fuera de Posadas.

“El primer auto que me compré fue un Renault 12 blanco, ahí ya tenía la escuela de modelos, un auto usado. Mi primer cero kilómetro, que vino después del Renault 12, fue una Daewoo Damas Deluxe, que me sirvió mucho para la agencia porque si había eventos, yo me movía con eso. Lo usaba bastante cuando teníamos que viajar con grupos pequeños, porque me acuerdo que era como una combi chiquitita, tenía alrededor de seis lugares, por eso para los viajes largos y demás contrataba traffics. Después cuando me casé, esa combi y el Fiat Spazio que tenía mi marido sirvieron para comprar un auto familiar. Cuando se agrandó la familia, los vendimos y compramos un Tempra, que se lo compramos a mi hermano mayor. Después de ese Tempra llegó nuestro primer cero kilómetro familiar, que fue un Megane”.

La utilidad que tuvieron los autos de Rosana en su labor diaria fue muy importante. De domingo a domingo se ocupaba de la agencia y de que los eventos que organizaban salieran perfectos. Los desfiles de Elegance se caracterizaban por ser shows donde el arte estaba presente en todas partes. Destacados bailarines, músicos, artistas plásticos, actores y demás siempre acompañaron en las distintas temáticas que elegía la agencia para sus puestas en escena.  Artistas de la talla de Julio Bueno o Bernardo Neumann decían presente en los shows temáticos de Elegance.

“Me acuerdo de cuando tomé la decisión de cerrar la agencia. Lo hablé con mi marido, lo charlamos un montón, fue una decisión muy difícil para mí porque realmente fueron muchos años de agencia y amaba lo que hacía, pero quería estar presente en la crianza de mis hijos. Igual, cuando trabajaba en la agencia siempre estuvieron conmigo, ellos venían siempre a la escuela y mi mamá me daba también una mano. Me acuerdo que hablé con todas las chicas de la agencia, era un grupo humano demasiado hermoso, vivimos momentos lindísimos, hemos hecho tantas cosas…”.

“Desde ahí empecé otra etapa de mi vida, en la cual trabajo medio día y a la tarde estoy siempre cuando salen los chicos del colegio, ahora sólo uno está en la escuela porque los otros son grandes. Yo no me quería perder de nada, de ningún baño, de ningún juego, de nada, quería estar para lo que necesiten y pude tomar esa decisión, porque hay veces que la vida no te permite hacerlo. Ahora trabajo en la inmobiliaria, que representa también otra etapa en mi vida, ya que de grande me puse a estudiar esto de lo que estoy trabajando. Hace ya dos años me recibí de corredora y martillera pública, mi hijo también, así que somos tres en este rubro”, comentó.

Modelo de mamá
La ex modelo ‘misionera’ empezó a trabajar muy joven. Ni bien terminó la secundaria comenzó a estudiar la licenciatura en turismo, pero además trabajaba en un estudio jurídico. La agencia Dotto Models también estaba a la vista y le demandaba muchos viajes a la ciudad de Buenos Aires.

Ya en ese momento y con tan sólo 19 años tuvo que tomar una decisión: seguir con una carrera de modelo y vivir en Buenos Aires o volver a Misiones con sus seres queridos a dedicarse a actividades no tan públicas.

“A mí no me gustaba vivir ahí. Cuando iba, estudiaba todo lo que era formación y escuela en la escuela de Raquel Satragno, hacía cursos de comportamiento social, cursos de maquillaje, pasarela, postura, y mientras tanto desfilaba o me contrataban para alguna campaña, de Avon por ejemplo. Yo trabajaba bastante y eso también me generaba ingresos, pero yo no aguantaba quedarme mucho tiempo en Buenos Aires, amo Misiones. Acá lo que tenemos es lo maravilloso de juntarte los domingos con tu familia, con la cual te ves, dialogás, acompañás a tus hijos, hay distancias cortas y uno se puede contactar fácilmente con la gente que quiere.

La vida es más tranquila y eso para mí es elemental, siempre y desde chica supe que a mí esto me gusta. También me gustaba la parte de enseñanza y en aquel entonces volví a Misiones con todas las ganas de abrir la escuela”, afirmó Bogado, que con una determinación admirable tomó las riendas de su vida y eligió hacer lo que sentía correcto.

Rosana dice su edad sin problemas. Al mirarla se puede inferir que regala unos minutos al espejo para verse siempre bien. Los años de estudio en la agencia de modelos tuvieron resultados duraderos, ya que aún sigue viéndose en ella la buena postura, la delicadeza en los accesorios elegidos y la sonrisa y amabilidad en el trato con el otro.

Las decisiones fueron difíciles, pero los regalos fueron dobles: conocimientos y experiencias imborrables y una familia para compartir los minutos más significativos de la vida en la tranquilidad misionera.