Sufrió dos violentos asaltos y por miedo analiza abandonar Misiones

Domingo 18 de agosto de 2019
En el hospital, Keller detalló su periplo en manos de delincuentes. | Foto: Cinthya López
Cristian Valdez

Por Cristian Valdezfojacero@elterritorio.com.ar

“Siento una impotencia tremenda porque nosotros no hacemos mal a nadie y trabajamos mucho durante toda nuestra vida para llegar a la edad que tenemos disfrutando de una vejez digna. Pagamos los impuestos con puntualidad, nos desempeñamos con honestidad ante la comunidad y sin embargo no tenemos seguridad, tampoco justicia”. Las palabras resumen de modo perfecto el estado de ánimo de Mario Raúl Keller (65), un transportista radicado en la localidad de Puerto Rico que en alrededor de cuatro años sufrió dos violentos asaltos en manos de delincuentes armados, aunque el último -cometido en abril- casi le costó la vida.
Estuvo internado en terapia intensiva del hospital de Eldorado como consecuencia de los golpes que recibió en la cabeza, pero salió adelante contra todo pronóstico. Igualmente, el miedo perdura y con eso se refuerza el deseo que tiene de regresar a Córdoba, donde junto a su esposa Rosalía Rieger (64) vivieron alrededor de tres décadas administrando la empresa que forjaron.
Es que después de tanto esfuerzo decidieron instalarse nuevamente en Misiones en busca de tranquilidad, pero se toparon con una realidad contraria a sus deseos. “Vendimos todo y trajimos la empresa acá para atravesar nuestra vejez dignamente y nos pasó esto. Es doloroso. Estamos decididos a regresar porque allá es otra cosa, la gente es buena y nunca nadie nos puso una pistola en la cabeza para sacarnos un peso”, lamentó con desencanto.

Tono lugareño
No es para menos. El pasado 30 de marzo Keller fue ferozmente golpeado, al igual que su esposa y cuñado (José Rieger) por cinco delincuentes encapuchados que lo asaltaron en su casa del paraje Mbopicuá, en las afueras de Puerto Rico. Escaparon con una suma cercana a los 100.000 pesos, sin embargo a él lo dejaron con fractura de cráneo y a las otras víctimas con decenas de lesiones.
“Los pude ver pero no distinguí a nadie porque estaban encapuchados, aunque por el tono de voz todos eran lugareños”, rememoró el hombre dejando en claro que para él son los mismos que lo atacaron en el año 2015 para robarle una suma de dinero bastante superior (ver Antecedente..).
“Ingresaron igual que hace cuatro años, en el mismo horario pero mucho más brutos, sanguinarios”, afirmó y argumentó su hipótesis recordando que “sabían el color de las máquinas que estaban en el galpón y hasta las disposiciones del inmueble” e incluso contó que al implorarle que aflojaran los amarres con alambres de sus manos y pies éstos se negaron argumentando que “esta vez” no iba a poder escaparse, lo que a su criterio fue en alusión al ataque anterior.

Maniatado con alambre
Pero más allá de eso, pese a los golpes que recibió Keller se acuerda de toda la secuencia que duró alrededor de media hora desde que ingresaron los malandras a su propiedad, hasta que se fueron.
“Me trataron con una brutalidad tremenda, como asesinos. Querían la plata. Pedían la plata. En principio me dijeron ‘dónde está la plata de la venta del camión’, pero les dije ‘loco, el camión se vendió, se recibió un camión más caro y se está pagando la deuda’ con lo que me empezaron a exigir ‘la plata del viaje entonces dónde la tenés’; pero no había forma de que entendieran que en la propiedad no había tal dinero”.
Lo que no sabía el transportista era que estaba siendo seguido de cerca por los delincuentes, que conocían al detalle sus movimientos. Esa tarde había llegado de un viaje que hizo al mando de un camión transportando madera. “Me bajé a las 18 y esa noche me agarraron”, dijo. El golpe fue cerca de las 23.
“Le decía que no había efectivo, que desde el último asalto no operamos más con dinero sino a través de transacciones, pero no se convenció”, acotó en referencia al cabecilla que ordenaba a los otros.
Con los tres como rehenes, maniatados, la banda comenzó a apretar al cuñado de Keller quien debido a sus problemas cardíacos entregó lo que tenía ahorrado. “Él le dio sus ahorritos, 50 o 60.000 pesos. Yo le dije en ese momento ‘tengo algo de plata pero no vale la pena hacer lo que estás haciendo’. Me preguntó dónde la guardaba, le dije ‘por ahí debajo de una máquina’ y respondió ‘de qué máquina porque todas tus máquinas son azules’ aunque ordenó a otro tipo para que fuera a buscar pero al no encontrar nada me siguió judeando. Le dije entonces ‘llevame afuera, aflojame un poquito las manos’ que se me estaban haciendo un zapallo ya debido a que estaba atado las manos con los pies con alambre grueso y andaba como una pelota de fútbol. Me pateaban de acá para allá”, recordó Keller.

Fin del ataque
“Le imploré que me afloje un poquito y me dijo que no, que no me iba a desatar porque ‘querés escaparte como la última vez. Esa vez te escapaste pero esta vuelta no’, dijo. Me arrastró (por el cabecilla) por el ripio, por la tierra, unos 50 metros hasta un galpón y cuando me soltó le dije ‘che loco, pará, yo te mentí, te hice traer acá porque ahora estás debajo de un montón de cámaras y no te muevas más porque estás pegado’. El tipo quedó loco, empezó a patearme mucho por lo que para frenarlo le dije que adentro de la oficina, debajo de la computadora había un puchito de plata, que se lleve y se vayan. Manoteó esos 20.000 pesos y cuando salió me pidió la llave de la camioneta, le dije que estaba puesta y ordenó a sus compañeros ‘suban arriba de la caja y después lo tiramos por ahí’, con lo que me desesperé y fui por todo al decirle ‘vos sos pelotudo o te hacés, yo no soy tan estúpido, o qué te crees. Todo lo que haces está filmado porque estás bajo las cámaras que hace una semana instalaron’. Era mentira, inventé todo porque no quería sufrir más”, acotó.
Finalmente “me llevaron adentro del galpón, me encerraron adentro del baño de un motorhome y se fueron por el mismo lugar. Cuando sentí que no hacían más ruido, salí de una convulsión y me arrastré rodando como una pelota. Me lancé escalones abajo y como un gusano me fui tirando hacia la puerta de salida del galpón, hasta que no pude más. Me quedé esperando la muerte y al parecer me desmayé. Cuando volví en sí estaba mi señora, que había logrado desatarse y al rato llegó la Policía. Cuando me desataron los alambres y me acostaron en la camilla, al enderezarme escupí toda la sangre que acumulada en las vías. Creo que si estaba 5 minutos más así iba a morir ahogado y sería otra la historia”, afirmó.


Antecedente de enero de 2015

Hace cuatro años Keller había estado internado en el hospital de Eldorado tras ser atacado por un grupo armado en la misma casa del paraje Mbopicuá.
Fue una modalidad idéntica a la utilizada en abril. En aquella oportunidad su esposa también fue maniatada, golpeada y amenazada, pero en ambas ocasiones los delincuentes se ensañaron con el hombre al punto de fracturarle el cráneo a culatazos de arma de fuego.
Por aquel atraco, el destituido juez penal Éctor Acosta había detenido a tres hombres pero teniendo en cuenta el poco avance investigativo y el consecuente incumplimiento de los tiempos procesales, fueron recuperando la libertad.
Después el expediente se mezcló entre la pila de causas irresueltas y con el tiempo se extravió.
Eso que para la familia Keller el lúgubre recuerdo fue observado con especial interés porque, dada las similitudes, no se descartó la participación de alguno de aquellos hombres.
De todas formas ninguno de los casos fue resuelto por lo que continúan impunes hasta la fecha. “Los vecinos tenemos que unirnos para hacer algo porque ese grupo de asaltantes está operando en la zona”, manifestó Keller quien en su propiedad implementó nuevas medidas de seguridad tendientes a proteger sus bienes, aunque por sobre todo le interesa preservar la integridad de su familia.